jueves, 21 de julio de 2016

La nueva subversión


   El actual descarado ejercicio de Terrorismo de Estado por parte de los poderes fácticos y la incapacidad de generar una respuesta real a los problemas emergentes de la época que nos toca vivir por parte del amplio espectro de organizaciones que se reclaman de izquierda no hace más que reforzar la convicción acerca de que es necesario construir un nuevo enfoque revolucionario desechando las viejas fórmulas que se arrastran desde el siglo XIX.

  Para eso cabe hacer un análisis de la actual coyuntura política, en especial de la izquierda paraguaya, que con sus partidos políticos y coaliciones deforman el significado de lo que sería una revolución social integral  y limitan así el interminable arsenal de herramientas disponibles al posible saqueo (enhorabuena) de las nuevas generaciones de luchadores sociales.

   Es hora de construir proyectos que busquen subvertir realmente las actuales formas de dominación en todos los niveles. Desde reconocer al Estado y sus instituciones como un organismo eminentemente burgués hasta reconocer que la participación en organismos que pretendan tomar los bastiones burgueses o replicarlos con un discurso revolucionario son justamente lo contrario; reaccionarios y por ende enemigos de proyecto a pesar de que muchas veces nos los encontremos en las luchas, en algún momento estaremos en lados opuestos de la barricada.

   Los partidos, protopartidos y grandes organizaciones gremiales que se consideran herederas de las corrientes marxistas en casi todas sus corrientes han reproducido entre sus “militantes” una doctrina de la obediencia en función a una supuesta eficacia que solo consigue erigir líderes, figuras y mantener el monopolio real de las distintas iniciativas de luchas. Han cambiado los cortes de calle y las cubiertas quemadas por grandes festivales musicales; han deformado la idea de “asamblea participativa y horizontal desde abajo” hasta transformarlas en el famoso micrófono abierto en el mejor de los casos, y en la intransigente lista de oradores en el peor de los casos.
Es momento de dejar de confiar en la lógica de partido que pretende “organizar” vanguardistamente en nombre de una supuesta clase social cada vez más difusa.

  Es cierto, es lamentable abandonar frases como “proletarios del mundo, uníos” más no pretendamos tapar el sol con un dedo y comprendamos de a poco que un cambio en la estructura social y en las formas de producción merecen nuevas formas de resistencia y de ataque a un modelo que pretende mostrarse democrático, más por todos lados exuda una fiebre totalitaria y mercantilista.

   La lucha debe ser enfocada de manera radical por lxs nuevxs luchadores sociales, lxs nuevxs rebeldes e insurrectxs. Y eso no significa revivir la nostalgia de las viejas guerrillas marxistas, sino extender la confrontación con un planteamiento radical en todos los aspectos.

   Nos figuramos una sociedad igualitaria, libre de sexismo, autoritarismo y con un reparto equitativo de las riquezas. Una sociedad libre y liberadora tanto del individuo como del colectivo social. Tal sociedad solo puede ser fruto de una revolución cultural, una transfiguración de los valores dominantes en la sociedad capitalista. Esa revolución social no puede ser alcanzada través de métodos que le sean contrarios, como lo son el Estado, la democracia parlamentaria, el tan mentado “poder popular”, ni mucho menos por una dictadura del “proletariado”, sino más bien por la creación del  ANTIPODER a través de la organización autogestiva, horizontal, federativa y asamblearia de grupos e individuos a lo largo de todo el territorio.

   La lucha social, encarada de ese modo radical y anarquizante, en oposición a toda autoridad, por ser contraria a la sociedad que anhelamos, probablemente de forma tímida en un comienzo deberá despojarse de los vicios burocráticos que reaccionariamente buscarán sobrevivir de manera más o menos disimulada. Para ello habrá que recuperar el ejercicio de la acción directa en todos los niveles de la lucha. Retomar las calles, ya no para hacerla víctima de meros desfiles políticos en demostración de fuerza, sino para cortar con la monotonía del espectáculo estéril a través del uso de la fuerza y la inteligencia insurreccional de todos y todas.


   No hablamos acá de la forma que habrá de tomar la organización de la sociedad futura, pues eso corresponderá al desenvolvimiento de acontecimientos sobre los cuales nadie puede ni debe tener control alguno. Más bien nos deshacemos de los viejos harapos pesados y nos pondremos a la tarea de tejer un nuevo punto de partida…


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